Simba volvió a casa hoy, y créanme, tenía una historia increíble para contar. Este gato, mi fiel compañero durante años, siempre fue un aventurero. Pero esta vez, llevó la exploración al extremo.
Todo comenzó esta mañana. Como siempre, maulló en la puerta para que lo dejara salir a explorar el barrio. Le encanta pasear por los jardines, cazar insectos y, a veces, acostarse sobre el capó caliente de un coche al sol. Pero cuando cayó la tarde y Simba no había vuelto, empecé a preocuparme bastante.
Y de repente, apareció en la ventana, intentando entrar con una expresión difícil de describir. Su pelaje estaba cubierto de pequeñas semillas pegadas por todas partes, como si se hubiera convertido en una obra de arte vegetal. No pude evitar soltar una carcajada.
Lo acomodé en el sofá y empecé a limpiarlo. Con cada semilla que le quitaba, suspiraba muy profundo, como si reviviera su aventura. Me imaginé la escena: Simba caminando con orgullo por un campo, hasta darse cuenta de que estaba rodeado de plantas pegajosas sin escapatoria.
Después de una hora de cepillado y limpieza, finalmente se acurrucó contra mí, agotado. Simba, mi pequeño explorador peludo, siempre será un aventurero de corazón.
