El atardecer, ese momento del día en el que me siento permeable. Algo tan simple como ver caer el sol para dar lugar a la noche penetra mis sentidos y agudiza mi sensibilidad.
No hay atardeceres iguales sin importar el día o lugar. Suele haber una nube de más o una de menos, un rayo que se refleja en el agua o que roza una montaña para caer en un césped verde.
Hay atardeceres que parecen fuego, otros luces de fiesta y hasta los más tímidos donde el sol se pone naranja y va desapareciendo. Hay atardeceres con olor a mar y con ruido a olas, hay otros que son de cemento y con ruido a autos. Hay algunos que desaparecen detrás de dunas de arena y algunos no se ven porque las nubes lo prefieren así.
Me considero una atrapadora de atardeceres. Aunque tengo la duda de quién atrapa a quién. Me quedo en silencio, me inspiro y respiro. Medito, suelto y vuelo. El atardecer es lo único que me calma, que me impide ser hiperactiva. ¿Qué debo hacer frente a un atardecer más que callarme la boca y disfrutar?
A todos el atardecer nos llega de una manera diferente, pero lo importante es disfrutarlo como a cada uno le guste: en silencio, solo, acompañado, con música o porque no tomando una cerveza bien fría tirado en la playa.
No habia explorado esa interesante perspectiva de los hongos, usualmente lo asociaba con estar aburrido. Pero si sería muy chevere estar entre la espesa naturaleza solo disfrutando las condiciones del ambiente. 😂
